-Padre, te vez cansado y molesto. Hmmm, adivino que es lo que te puso de tan mal humor. – riendo, el albino se acercó a Hades.
-¿Cual es la gracia, Minos? – el hechicero, habló en un siseo.
-Nuevamente, Afrodita te rechazó, y alguien trató de acercársele, ¿verdad?
-¡Oh, ya cállate!
-Padre mío, es inútil, él nunca te amará, ni se casará contigo, así pasen mil años.
-¡Dije que te callaras, Minos, suficiente!
Minos, se sentó grácilmente en un tronco caído, y seco. Una sonrisita malévola apareció en su rostro.
-Lo odias, lo percibo. – Dijo, en el tono más venenoso, que pudo encontrar - ¿Por qué no, deshaces el hechizo, y lo matas, de una buena vez, junto con el resto? Es una buena idea, ¿no lo crees?
-No eso nunca…
-Es increíble, como un niño bonito como ese, puede controlarte tan fácilmente. Si tú, no tienes el coraje para hacerlo, yo puedo matarlo sin remordimientos, padre
-¡No te atrevas, a acercarte a Afrodita, si intentas dañarlo, lo pagaras con tu vida, hijo mío! – de una zancada, Hades llegó hasta donde Minos estaba, y tomándolo violentamente por sus negros ropajes, lo levantó. El albino simplemente lo miraba indiferente a sus acciones.
-Como quieras padre, hmmm.
Las horas pasaron, y las níveas aves regresaron al lago. Al caer la noche, y justo después de la transformación, Afrodita fue llevado por Hades, a su habitación, en la parte más alta de la torre.
-Cásate conmigo Afrodita, entrégame tu corazón y serás libre. No sólo tú, también esos amigos, que dices querer mucho, y preocuparte por ellos.
-No. – El joven peliceleste, daba la espalda a su captor, y miraba por la ventana enrejada.
-¡¿Qué acaso, no ves lo mucho que te amo?! Desde la primera vez, que admiré tu belleza, me juré, que serías para mi.
-¡Eso nos es amor, es capricho! - el menor comentó, desafiante.
- Sabes, que tengo el poder de matarte… - Hades, se acercó al joven, tomándolo por los hombros.
-Hágalo entonces.
El hechicero, estaba llegando al límite de su paciencia, bruscamente hizo voltear al príncipe cisne, y lo beso con deseo, y desesperación, lastimando los suaves y rosas labios del joven.
Lleno de rabia, y resentido, Afrodita, usando todas sus fuerzas, lanzó un golpe, con el puño cerrado, el cual impactó al pelinegro, de lleno en el rostro.
-¡Eres un estúpido, Afrodita!– Dijo, con la voz llena de odio, al tiempo, que limpiaba un hilillo de sangre, que salía de su boca –¡Quería ser amable contigo, esta vez! ¡Te di la oportunidad, de cambiar tu destino, pero sigues igual de necio! ¡Esta noche, serás mío nuevamente, lo consientas, o no!
El príncipe, comenzó a retroceder, buscando algo con que defenderse, pero nada encontró. La habitación, estaba vacía, a excepción de una cama en el fondo. Los ojos de Hades, brillaron con una luz azulada, y el cuerpo de Afrodita, perdió toda movilidad. Paralizado, no pudo escapar, y evitar que el hechicero, lo cargara, y arrojara a la cama.
Arrancó los blancos ropajes, con salvajismo, mientras besaba el terso, y níveo cuello.
-¡Bastardo! – el príncipe trataba de liberarse, pero era inútil. Completamente indefenso, sintió las manos de Hades, recorrer hasta el último rincón, de su cuerpo desnudo.
-No quedará recuerdo alguno en tu piel, de las caricias, y besos de tu adorado, e inútil príncipe. – Comenzó a reír, ante la tensión, que se apoderó del cuerpo debajo de él – ¿Crees, que no te vi, revolcándote, en tu jardincito, con el imbécil ese? Fue un gran espectáculo, que animó mi aburrido día.
Separándose un poco, miró el rostro incrédulo, y desencantado del hermoso joven, y cómo sus ojos se llenaban, lentamente de lágrimas. Hades se incorporó, y comenzó a desnudarse.
-¡Ay, hermoso! Eres tan ingenuo, tú no eres libre, de hacer, o decir nada, sin que yo lo permita. ¿Aún no comprendes, que eres mío, y siempre lo serás?
Afrodita estaba en shock, era demasiado. ¿Realmente, nunca podría liberarse, del yugo de Hades? Sintió como lo giraba, colocándolo boca abajo, y unas poderosas manos separaban sus piernas, sus gluteos. Cerró sus ojos con fuerza, preparándose, para lo que vendría. No pudo reprimir un grito de dolor, desesperación, y rabia, al sentir la primera, cruel, y forzada embestida.
Al cabo de un tiempo, la puerta de la habitación se abrió, y Hades salió, sin expresión alguna en el rostro. Pasó al lado de Camus, y Mu, quienes desde hacía un rato, habían sido llevados allí, por Aiacos y Radamanthys; y por consecuencia, habían escuchado, los gritos de su príncipe, y lo que había ocurrido en el interior de la habitación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario